Cuando Rafael Ithier celebre hoy sus 90 años no habrá gran festejo en su casa en Bayamón.
Las fiestas, como afirma, son para tocar y no para él, ya que confiesa es “tímido” para ello. Sin embargo, esas grandes celebraciones y reconocimientos admite no hacen falta cuando se vive rodeado de la grandeza de un hogar, una familia de cinco hijos que lo adoran, una institución musical creada bajo los principios de la hermandad y un pueblo que lo aplaude de pie por llevar el apellido de Puerto Rico no solo en El Gran Combo, sino en su corazón.
Con la fortuna de celebrar con un plato de arroz con salchichas, habichuelas guisadas y una raja de aguacate por el lado en su mesa -vislumbra sea el menú de esta tarde-, el director musical reflexiona cómo ha llegado a nueve décadas de vida con la conciencia tranquila, con una sabiduría envidiable, un legado histórico y cultural impensable en la música y con la certeza de soltar una carcajada sin remordimiento.
Eso sí, aclara que su receta, además de “suerte” es la disciplina que adquirió a su ingreso obligatorio al ejército de Estados Unidos y que siempre ha aplicado a su vida.
“Además de tener genes longevos, porque mi tía murió de 98 años y mi mamá murió de ochenta y pico de años. Aparte de eso, hay un factor que se llama suerte. He tenido suerte en la vida. En mi casa éramos tres hermanos. Era el más pequeño de mi casa y las otras se casaron y se fueron. Me crié con mi mamá y me dejaba hacer lo que me daba la gana. Era títere. Entré (1952) al ejército y te tengo que confesar que cuando yo juré como soldado lloré, porque no quería ser soldado. Era servicio obligatorio. Cada vez que me acuerdo, uno de los pensamientos es de lo equivocado que estaba. Lo agradezco infinitamente porque asimilé la disciplina del ejército y aprendí a ser hombre y a obedecer una orden. Esa disciplina es la que aplico a mi vida y en la que baso mi vida”, sentencia el director musical, padre de Carlos, Pedro, Mérida, Maritza e Ivonne, todos adultos profesionales.
Al mencionar a su fenecida madre, su recuerdo se resume a “el amor que más quiero en el mundo”, menciona con nostalgia.
Luego, sus memorias descansan en cómo la disciplina a la que hace referencia pudo aplicarla a su otra familia extendida: El Gran Combo de Puerto Rico.
Referente generacional
Por casi 55 años, el mulato mayor ha dirigido la llamada “Universidad de la Salsa”, una institución musical que es y ha sido nuestro referente cultural dentro de la música latina. No existe ninguna agrupación latina que haya alcanzado el éxito que posee la orquesta, que con altas y bajas ha mantenido su vigencia a través del tiempo.
Desde el 1962, Ithier se ha dado a la tarea de que El Gran Combo de Puerto Rico, además de ser nuestra bandera musical en el mundo, narre historias desde una perspectiva social atada a nuestra puertorriqueñidad, a lo que somos como pueblo.
Esa misión recae sobre su espalda y aunque él no se reconoce como un líder, sino como parte de un colectivo, lo cierto es que sin esa visión de orden estricto, asegura, no estuviese conversando con este medio.
“Rafael Cortijo e Ismael Rivera eran tremendos tipos. Lo que les faltó fue el ejército. Siempre he dicho que lo que les faltó fue eso. La gente dice que el futuro no existe y yo digo que sí existe, porque el Gran Combo es el futuro de Cortijo”, sostiene al recordar cómo se desintegró Cortijo y su combo, orquesta a la que perteneció y que fue fundamental para el desarrollo de lo que hoy conocemos como salsa.
“Cuando menciono a compañeros que no están, tal vez como (Rafael) Cortijo, (Eddie Pérez) La Bala, Ismael (Rivera), es que no creo que ellos se murieron, ellos se mataron. Ellos vivieron la vida a su manera. Y pienso en eso y me da rabia... se mataron. Cada vez que lo pienso me endiablo más con ellos. Eran tipos que eran dueños del mundo y podían lograr lo que deseaban. Eran buenas personas, talentosos y exitosos”, añade el director musical que afirma que no piensa en la proximidad de la muerte, porque “el trabajo está hecho”.
“Soñé con aquel grupo todo lo que ha ocurrido con El Gran Combo. El potencial que tenía el Combo de Cortijo no lo tenía nadie y mi satisfacción es que aquello que soñé lo he podido ver con esta agrupación”, añade el hombre visionario que le ha tocado enfrentar altas y bajas en la orquesta; desde las cancelaciones de contratos en televisión, radio y giras, hasta las sorpresivas salidas de los integrantes.
Salida dolorosa
Por la Universidad de la Salsa han pasado sinnúmero de músicos y cantantes que han tenido que acoplarse al sistema de reglas impuestos por Ithier y a la visión cooperativista con la que opera el grupo.
Las bajas más recordadas en la orquesta son las de Pellín Rodríguez, Roberto Roena, Elías López, Andy Montañez, Eddie “La Bala” Pérez y la más reciente, Charlie Aponte. Precisamente, para Ithier la de Aponte, quien estuvo 40 años con la agrupación, es y ha sido la salida más dolorosa. Aunque dice que no es rencoroso al hablar de ello, todavía contiene sus emociones y su rostro se torna serio. Según explica, Aponte le comunicó su retiro de la orquesta en medio de una agenda cargada de trabajo.
“Charlie es un buen muchacho, muy buen cantante. Charlie hace rato estaba vislumbrando el golpe. Por eso no me sorprendió. Nosotros no tocamos en enero, pero se presentó esa feria en Colombia. En eso él toma la decisión de salirse, algo que es loable y él tiene derecho. Su renuncia fue efectiva el 31 de diciembre y el día cinco de enero era la feria. Mi filosofía es ‘los honores se merecen no se exigen’. Charlie, cuando llegó a El Gran Combo, nadie lo conocía. Cuarenta años después medio planeta lo conocía. Le estaba pidiendo una semana, no 40 años más”, expresó el director musical, que entre sus batallas personales superó el cáncer de garganta, aún siendo un fumador compulsivo que llegó a fumar cuatro cajetillas diarias.
Ithier entiende las salidas de todos los integrantes que han querido desarrollar una carrera propia o de la cercanía del retiro. De hecho aunque él sigue al frente de la orquesta y asiste a todas las presentaciones (la más reciente el sábado, en el concierto #yonomequito), lo cierto es que desde el 2007 bajó revoluciones y cedió el banquillo del piano a Willie Sotelo.
Ithier es consciente de que los años no pasan en vano para él y para el resto de los mulatos. Hablar del retiro no es algo que contempla y aunque en el pasado ha generado controversias legales, como la del fenecido Eddie “La Bala” Pérez, expresa que “ninguno de los muchachos está atado”.
Conoció la maldad
En nueve décadas de vida, el director musical ha sido testigo de los cambios, sociales, culturales y políticos del Puerto Rico del siglo 20 y 21. No obstante, al preguntarle qué suceso lo ha estremecido, cuenta que fue la muerte del productor y presentador Luis Vigoreaux en 1983.
Ithier era amigo íntimo de Vigoreaux, con quien compartió glorias en la televisión y enfrentó días malos también. Narra que fue duro. De hecho, cuando el productor creó el programa Sube nene, sube fue para ayudar a El Gran Combo y mantenerlos en el ojo público. Por eso el día que Vigoreaux fue asesinado es una fecha inolvidable que admite “no la supero”.
“Una cosa que me marcó es la muerte de Luis. Éramos muy buenos amigos. Es una de las cosas que más me ha marcado a mí. Desafortunadamente, ese día conocí como de la envidia se pasa a maldad”, sentencia con tristeza.
Por último, Ithier está seguro que recibirá hoy varias felicitaciones y deseos por su cumpleaños. Su regalo ya lo tiene: su hogar, su familia y El Gran Combo de Puerto Rico.
“Soy y me siento feliz. A está edad no voy a cambiar. Tengo un grupo de muchachos que independientemente de nuestros caracteres, estamos juntos. Mi vida está dedicada a mi familia y a El Gran Combo. Cumplí”, culmina con una sonrisa.
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