Plácido Domingo tiene 76 años y desde hace seis ha cambiado su registro de tenor a barítono, el que esta noche ha exhibido en el Real en "Macbeth", de Verdi, una representación, en versión concierto, con la que ha llegado a 3.900 funciones, y lo ha hecho en plena forma y con un gran éxito.
El madrileño ha querido para las tres funciones programadas de "Macbeth" que la representación tuviera "un algo más", que no fuera meramente un concierto, así que ha puesto a la orquesta en el foso, ha sentado a los 68 miembros del Coro en el escenario y él y el resto del elenco han entrado y salido de escena, sin atriles por medio y con puñales, espadas y coronas.
Todos de negro y con una iluminación que ha hecho olvidar castillos, mazmorras, almenas y bosques, para centrarse en la esencia de una truculenta historia en la que Domingo ha acentuado el "victimismo" de Macbeth, "cera" en las pérfidas manos de su mujer, aunque el libreto deje bien a las claras que es el ansia de poder y el miedo de él el que desencadena la tragedia.
No le complace, decía en la presentación del título, el papel de malo y por eso quería acentuar el conflicto psicológico que le produce aceptar lo que su mujer desea que haga para alcanzar el poder y la culpa que eso le produce.
Si Domingo, tan intenso y villano como en "Simon Boccanegra", ha sido aplaudido, su lady, Anna Pirozzi, no lo ha sido menos y desde su primera intervención ha dejado clara su seguridad y una coloratura prodigiosa, vehículo de expresión perfecto para el horror de las acciones del personaje y eso que Verdi la hubiera preferido "áspera, ahogada y sombría; fea y perversa".
Lldebrando D'Arcangelo (Banquo) y Brian Jagde (Macduff) no les han ido a la zaga en una ópera para la que hay que tener una gran técnica vocal y ser buen actor. Hasta Álvaro, uno de los nietos de Domingo, ha demostrado dotes en su "papel" de hijo de Banquo.
El artista, que ha corrido arriba y abajo por el escenario, no se ha guardado nada y ha transmitido con teatralidad y sobrecogedora oscuridad la vanidad, la ambición y la vergüenza por los crímenes que le han manchado las manos y por los que nadie le juzga, más que los fantasmas que le espantan y que les van consumiendo a él y a su mujer.
Domingo ya había hecho "Simon Boccanegra", que estrenó con un gran éxito en el Real, "Il trovatore" y "La Traviata" en su faceta de barítono pero a "Macbeth" -que ya ha estrenado en Berlín, Los Ángeles y Valencia- le aporta el entusiasmo que le provoca el papel, que siempre deseó cantar.
Domingo tiene una larga relación profesional con James Conlon -es el director musical de la Ópera de Los Ángeles- y ha sido evidente la complicidad entre ambos.
Conlon, que ha dirigido "Macbeth" más de 50 veces en su carrera, ha sonado potente y sugerente, en total sintonía con lo que ocurría en el escenario, con un ritmo que no ha decaído nunca, a pesar de la ausencia de decorados y elementos dramáticos.
Y al público del Real le ha gustado tanto que a su vuelta al foso en la segunda parte le han tributado una larga ovación, lo mismo que al término de la representación, con un emocionado Domingo dando las gracias a todos "de corazón".
Si las 3.900 funciones a las que esta noche ha llegado Domingo se dividen entre 365, el artista ha estado diez años de su vida encima de un escenario.
Domingo decidió cuando alcanzó la función número 700, "hace muchísimos años ya", que celebraría las representaciones que terminaran en cero, cada cien, y a juzgar por lo escuchado esta noche no será difícil que celebre las 4.000.
Lo "más seguro", apuntaba esta semana, es que sí siga en activo durante mucho más tiempo, pero dando conciertos, porque la ópera, reconocía, es "terriblemente cansada".
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