“De reguetón nada de nada”: la frase es del director de una de las principales radios musicales de España, pero la comparten muchos DJs cuando alguien osa pedir una canción del género. E Ilustra el desprecio que sufre uno de los estilos que, paradójicamente, es uno de los más populares y comerciales del momento.
Atacado desde la política, la sociedad o la música, el reguetón sufrió censuras e intentos de prohibición desde su misma cuna, Puerto Rico. Y podría ser ya el género “más vapuleado de la historia”, como sostiene el periodista musical español Víctor Lenore, que habla de una “guerra global contra el reguetón”.
El reguetón “hace apología de la violencia” contra las mujeres, “no tiene ningún valor musical”, “raya las buenas costumbres”, “viene de los simios”… así de lapidarias son algunas de las opiniones que resumen los principales argumentos en su contra: su presunta mala calidad musical y las letras machistas que sexualizan a la mujer. Sin olvidar el “perreo”, ese baile de alto voltaje que muchos ven como un acto sexual en plena pista, sólo que con ropa.
Pero, ¿están fundadas y sobre todo, qué hay detrás de esas críticas? “Un poco de clasismo intelectual, un poco de clasismo a secas y también de puritanismo”, dice a dpa el periodista cultural español Guillermo Arenas.
El ataque más recurrente se dirige contra su letras y baile. Una petición lanzada en España en 2016 en la plataforma “change.org” que pedía la retirada de la canción “Cuatro Babys” del artista colombiano Maluma aseguraba que su contenido era “absolutamente denigrante para el género femenino” e incluso constituía “apología a la violencia directa hacia las mujeres”.
“Ni qué decir tiene que este comportamiento -creer que las mujeres solo existen para complacerte- fuera de la pantalla debería ser causa de cárcel”, añadía la autora de la petición, Laura Pérez Sánchez, que recabó algo más de 92.000 firmas.
La sexualización de la mujer en los videoclips, en los que aparecen desnudas y como mero objeto para complacer a los hombres, es otro de los argumentos más recurridos.
No todos, sin embargo, ven un machismo tan explícito. “Se trata más de promiscuidad sexual, de liberación del cuerpo”, sostiene Lenore en entrevista con dpa. Pero hasta ahora son los hombres quienes dominan el género, por lo que predominó una visión masculina del deseo sexual expresado sin ningún tipo de tapujos.
“Tendrían que atreverse más chicas”, considera Lenore. “Pero no es fácil salir a hablar abiertamente de tus deseos en una sociedad patriarcal”, como sí hacen los hombres, reconoce.
“¿Apología de la violencia? Hay artistas y canciones mucho más violentas, como ‘Brown sugar” de los Rolling Stones, que hablan de la violación de esclavas”, argumenta.
El reguetonero colombiano J. Balvin manifestaba sin embargo recientemente su rechazo a una función educativa de la música, al señalar que la responsabilidad de educar a los niños es de los padres de familia y no de los artistas de reguetón.
Y algunas mujeres se han levantado también contra una visión meramente machista del género, como la feminista June Fernández, directora de la revista “Pikara Magazine”, que defendía su derecho a disfrutar del género sin renunciar a sus valores en el artículo “Si no puedo perrear no es mi revolución”.
De él se hizo eco la conocida activista y feminista española Leticia Dolera en Twitter: “El patriarcado te dice, baila, pero no como una puta. Yo bailo como me da la gana”, alegaba.
Precisamente el reguetón nació casi como una revolución antipuritana. “En Panamá y Puerto Rico, los prejuicios empiezan por las emisoras de radio conservadoras vinculadas a la iglesia que odiaban las letras promiscuas”, cuenta Lenore.
“Pero la única fuente de disfrute que tenía la gente pobre era su cuerpo, que usa como fuente de placer. Es lo único que te deja el capitalismo”, defiende. El reguetón tiene su origen en la calle, en la música callejera de barrios y países desfavorecidos. “Detrás de las críticas está el prejuicio clasista de que divertirse es de clase baja”.
Además, en España “el desprecio tiene que ver con un sentimiento de superioridad colonial” que en las últimas décadas ha mirado por encima del hombro todo lo que venía de América Latina y privigilegiado lo anglosajón”, defiende Lenore. De ahí el calificativo algo despectivo de “pachanga”, para meter en un mismo saco todo lo latino.
Clasismo del que deriva también una especie de elitismo cultural, especialmente en los entornos musicales que se jactan de ser más intelectuales y a quienes Lenore lanza una atroz crítica en su libro “Indies, hipsters y gafapastas: Crónica de una dominación cultural”. La consecuencia de ese elitismo ha sido un veto en los principales festivales y los medios españoles de una música muy instalada en la realidad social.
También Arenas cree que el reguetón ha sido especialmente vapuleado en España. “Es un prejuicio latino que tenemos pese a ser latinos”, que no tienen en otros lugares del mundo, asegura. Así, el género es mejor recibido en Estados Unidos, Europa e incluso en Asia, donde se está empezando a demandar con fuerza.
Otra de las críticas lanzadas contra el género se refieren a su calidad musical. “El reguetón me parece asqueroso. No tiene ningún valor musical, ni poético, ni orquestal, ni nada”, llegó a decir el artista cubano Pablo Milanés. El mexicano Aleks Syntek fue más allá al señalar que venía “de los simios”, mientras el español Dani Martín tuiteó que preferiría morir antes que hacer una canción de reguetón.
Para Arenas, cada género nuevo que surgía ha sufrido el rechazo de las generaciones anteriores. “Se decía que el jazz no era música, que el rock era ruido y que la electrónica era para gente que se drogaba y ahora son géneros aceptados”, dice.”Los prejucios se van repitiendo con los generos populares”, coincide Lenore.
No comments:
Post a Comment